Consumo o ahorro: ¿Qué eligen los jóvenes argentinos?

método japonés para ahorrar

Como bien es sabido, Argentina está atravesando una crisis económica, inflacionaria y de déficit. Sin embargo, existe un factor que parece contradecir lo anterior; el consumo de los jóvenes no decae. Si bien cerca de la mitad de los argentinos se encuentran bajo la línea de pobreza, al mismo tiempo, el consumo en bares, restaurantes y boliches aumenta de manera constante desde el cierre forzado de estas actividades debido a la cuarentena obligatoria del 2020. Este boom en el consumo parece no ser coherente con la realidad económica del país. 

Recientemente se hizo viral en TikTok el video de una chica llamada Camila Ramírez, quien le preguntaba a sus seguidores lo siguiente: “¿No les pasa que el país se prende fuego, pero el boliche está lleno?”. Esto es el retrato de lo que está ocurriendo con un sector socioeconómico de nuestro país. 

Aunque la inflación afecta a todos los argentinos, el impacto es muy distinto en los distintos grupos socioeconómicos. La explicación del aumento en la demanda que perciben algunos establecimientos, como bares y restaurantes, puede encontrarse en el 20% de la sociedad que posee ingresos medios y altos, en la masa de asalariados cuyos ingresos se ajustan en proporción al porcentaje inflacionario y en los hábitos de consumo de los centennials. 

En otras palabras, muchas personas optan por consumir en lugar de ahorrar. “La gente que tiene pesos intenta sacarlos de encima porque queman”, explicó el economista Santiago Manoukian, de la consultora Ecolatina, haciendo referencia a la devaluación está sufriendo el peso

Invertir en experiencias

Frente a este panorama, los jóvenes generalmente optan por consumir en lugar de ahorrar. Como los centennials, en promedio y con un sueldo en pesos, pueden ahorrar pocos dólares por mes, debido a la devaluación que sufre el peso argentino, estos optan por “invertir en experiencias”. Salidas, comidas y viajes son las mejores inversiones para muchos jóvenes argentinos que, al no poder acceder a una vivienda propia, gastan sus ingresos en momentos de disfrute. 

Cambio de paradigma

Algunos pueden decir que los viajes o experiencias similares son el dinero mejor invertido, otros, un poco más ortodoxos, dirán que, siempre que se pueda, es importante ahorrar todos los meses.  

Lo único certero es que dentro de una economía tan convulsionada, donde la compra de una primera casa parece inaccesible para los jóvenes y la inflación hace que los pesos pierdan rápidamente su poder adquisitivo, las opciones más razonables son dos: consumir o ahorrar en una divisa más fuerte (como el dólar o el euro) o en un activo (como un plazo fijo UVA, cuyos intereses corren por delante de la inflación). Ahora bien, los centennials suelen optar por esta primera opción, priorizando el goce cortoplacista sobre su resguardo económico a largo plazo. Esto podría explicar el aumento en la demanda que perciben muchos comerciantes y dueños de locales.

¿Cómo financian los jóvenes sus consumos?

A la hora de financiar estos consumos existen diferentes medios para hacerlo; puede pagar en efectivo, con tarjeta de crédito, de débito o accediendo previamente a un préstamo

Los rubros que están experimentando este aumento en su demanda son aquellos que no se caracterizan por ofrecer cuotas. Los bares que se encuentran siempre llenos reciben ingresos en pagos simples, mayormente con tarjeta de débito, de crédito o efectivo. Esto también demuestra la tendencia de los jóvenes a consumir ya y ahora.

Los centennials como motor de la economía

Una de las consecuencias de la inflación es, precisamente, que los agentes económicos, a sabiendas de que el dinero que poseen perderá rápidamente su poder adquisitivo, prefieren adelantar sus consumos o, dicho de otra manera, “sacarse los pesos de encima”. Esto trae como ventaja el aumento del movimiento de dinero dentro de las fronteras de nuestro país y beneficia a los comerciantes y a los productores locales. 

Los hábitos de consumo de los centennials, por ende, son favorables para la reactivación económica y son, en última instancia, el resultado de una situación económica nacional frágil más que el producto de una mentalidad cortoplacista o de la falta de iniciativa o conocimiento para ahorrar e invertir. 

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